La historia de la inteligencia artificial alguna vez se planteó como una carrera entre laboratorios independientes, impulsada por el deseo de beneficiar a la humanidad. Esa visión murió hace mucho tiempo. Hoy en día, la IA avanzada está controlada efectivamente por una única entidad financiera y tecnológica interconectada: lo que yo llamo Blob. Esto no es una conspiración; es el resultado lógico de las leyes de escalamiento, las insaciables demandas de capital y las asociaciones estratégicas que ahora dominan el campo.
Del idealismo a la interdependencia
Los orígenes se remontan a Elon Musk, quien reconoció el potencial de la IA para lograr un inmenso progreso y un uso indebido catastrófico. Inicialmente respaldó a DeepMind, pero lo abandonó cuando Google lo adquirió, temiendo que los motivos de lucro eclipsaran las consideraciones éticas. Luego, Musk ayudó a fundar OpenAI, con la intención original de priorizar el beneficio humano sobre el valor para los accionistas.
Sin embargo, la realidad es marcadamente diferente. OpenAI vale ahora cientos de miles de millones de dólares y el propio Musk dirige una empresa de inteligencia artificial con fines de lucro, xAI. El sueño de un laboratorio de IA altruista y no alineado se ha evaporado. Aún más inquietante es que esta consolidación no es orgánica; está impulsado por complejos acuerdos financieros, apoyo gubernamental y el enorme costo del desarrollo avanzado de IA.
La estructura entrelazada del Blob
Las conexiones son vertiginosas. Incluso el uso de la propia IA para mapearlos (sí, le pedí ayuda a GPT-5) revela una máquina circular de dinero y potencia informática. Tomemos como ejemplo el reciente acuerdo que involucra a Nvidia, Microsoft y Anthropic. Microsoft invierte miles de millones en Anthropic, que luego se compromete a comprar miles de millones más en informática desde la nube Azure de Microsoft. Nvidia invierte en Anthropic, que desarrolla su tecnología en chips Nvidia. ¿El resultado? Nvidia profundiza su dependencia de los clientes, Microsoft se protege contra OpenAI y la valoración de Anthropic se dispara.
No se trata sólo de competencia; se trata de dependencia mutua. Los directores ejecutivos ahora admiten abiertamente que “serán cada vez más clientes unos de otros”. Jensen Huang, de Nvidia, se jacta de que su empresa está “en todas las empresas de cada país” y ve esta asociación como un medio para dominar el panorama global de la IA.
Complicidad gubernamental y expansión global
El gobierno de Estados Unidos no está rompiendo esta consolidación; lo está facilitando. A Nvidia se le permite vender chips a China (con una parte que se remonta a Estados Unidos), y se está cortejando a Arabia Saudita como socio de IA a pesar de su régimen autoritario. La administración parece menos preocupada por el daño público que por asegurarse su propia porción del pastel.
Esta dinámica se extiende más allá de Estados Unidos. Arabia Saudita está financiando esfuerzos de IA en los EE. UU. y al mismo tiempo está construyendo su propio AI Blob, potencialmente compitiendo con empresas estadounidenses en el futuro. Todo el sistema está diseñado para garantizar que nadie se quede atrás, excepto, quizás, el público.
¿El colapso inevitable?
Incluso los expertos de la industria reconocen la precariedad de la situación. El director ejecutivo de Google, Sundar Pichai, advierte que “ninguna empresa será inmune” si estalla la burbuja de la IA. El enorme gasto de capital necesario para los centros de datos y la formación de LLM obliga a las empresas a entablar una relación poliamorosa con los proveedores de la nube.
The Blob no es un cártel que impone la fijación de precios; es una inevitabilidad estructural nacida de las leyes de escalamiento y la necesidad de asociaciones. Sin embargo, el espectáculo de los líderes de AI asistiendo a eventos en la Casa Blanca para honrar a figuras autoritarias como Mohammed bin Salman subraya los compromisos morales en juego.
La revolución de la IA no se trata de liberar la inteligencia; se trata de consolidar el poder en manos de unos pocos, respaldados por gobiernos e impulsados por un capital infinito. Esto no es progreso; es un monolito cuidadosamente construido y el futuro lo moldearán quienes lo controlen.

























